Novedades INVAP
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@darwin coincido totalmente, decisión política y continuidad es una de las claves mas importantes.
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Lo mas importante es desterrar esa mentalidad que nos quieren imponer propios y ajenos de que las cosas no se pueden hacer acá. Lamentablemente cada vez que surge un desafío de este estilo aparecen los predicadores de la incapacidad nacional y por suerte en este caso Nestor Kirchner supo estar por arriba de eso y ver mas allá, hoy se pueden ver los frutos, espero que no venga otro a talar el árbol.
Hoy el pais se enfrenta a un desafío similar que es el control y dragado del rio Paraná y lamentablemente hay un montón de predicadores diciendo que los Argentinos somos incapaces de dragar nuestros ríos, el último que leí es al impresentable de Fernando Morales. -
@bouchard
También hay predicadores de que los submarinos que fabricamos son una porquería y hay que salir a comprar a fuera. Y ahi tenemos dos submarinos tirados y sin fuerza disuasoria en un Mar totalmente indefenso. Y cuarenta años de experiencia y 44 marinos sacrificados se tiran a la basura. Te das cuenta de la importancia de la continuidad. -
Totalmente Darwin, todo lo que se desarrollo y aprendió con la construcción de las meko se podría haber aprovechado hace 25 años para desarrollar y construir aquí las POM, pero se estuvo bicicleteando 25 años y terminaron ganando los almigarcas de la armada que buscaban hacer todo afuera en detrimento del desarrollo nacional. Por suerte el cambio de gobierno trajo el impulso para construir el buque polar acá y continuar con lo aprendido en la recuperación del Irizar, aunque hay muchos que tratan de meter palos para hacerlo afuera.
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Invap logró un millonario financiamiento para expandirse en Bariloche
La empresa estatal rionegrina con sede en Bariloche colocó obligaciones negociables por 10 millones de dólares y 270 millones de pesos.POR MARTÍN BELVIS
MAYO 27, 2021 12:30 AMLa estatal rionegrina Invap logró capitalizarse con millones de dólares mediante la emisión de obligaciones negociables en tres series que recibieron ofertas superiores a lo previsto. La empresa viene de cerrar trato para la venta de radares a Nigeria, construye un reactor nuclear en Holanda y centros de radioterapia en Bolivia, y en el futuro tiene el inicio de la construcción de una nueva sede en el parque industrial y tecnológico de Bariloche, cuya construcción avanza en el sudeste de la ciudad.
El directorio de Invap había aprobado la emisión de hasta 50 millones de dólares de obligaciones negociables, un instrumento que ya había usado la compañía durante la década pasada para levantar su sede principal, en el Este de Bariloche.
Lo que hizo la semana pasada, en el inicio del plan, fue emitir papeles en pesos y en dólares con vencimientos no muy lejanos: dos, tres y cinco años.
Obtuvo 400 millones de pesos y poco más de 10 millones de dólares como consecuencia de la emisión, con tasas de interés en torno del 5%.
La deuda en pesos que logró colocar vencerá en 2023 y las series en dólares, en 2024 y 2026, según la información que le dio al mercado bursátil.
El polo tecnológico se levanta sobre la ruta nacional 40, en el tramo que circunvala Bariloche por el Sur. Tiene una superficie de 319,08 hectáreas, sobre las que se planificaron 600 parcelas, a desarrollar en cuatro etapas.
Está manejado por un directorio en el que tiene participación el gobierno de la provincia, que es el que levanta el parque, la Cámara de Comercio de la ciudad e Invap.
La clave, como ocurre ahora con la capitalización de Invap, es el financiamiento. Con los dólares de deuda emitida por el Plan Castello, la provincia hizo esta sola obra en Bariloche.
Cuando Invap construyó su sede sobre la avenida Luis Piedrabuena llevaba años con estructuras diseminadas por la ciudad. En el edificio donde funciona ahora hay un sector compartido con Ceatsa, una empresa de la que la rionegrina es socia y que maneja el centro de ensayos de satélites.
Cerca de 1.000 personas trabajan allí y deben turnarse en el comedor para almorzar. El estacionamiento es grande, pero cada tanto deben habilitar nuevos sectores porque queda chico.
La radicación de Invap en el polo tecnológico es, además de una necesidad, una señal colonizadora de este nuevo espacio. La exportación de tecnología le aporta a nuestro país un valor agregado que es clave en el desarrollo y le permite ingresas dólares a cambio de materia gris.
https://www.rionegro.com.ar/invap-logro-un-millonario-financiamiento-para-expandirse-1832401/ -
Siempre me cuesta elegir donde colgar las notas de Daniel Arias porque si bien el titulo habla de los radares de INVAP, tambien le suma submarinos, FADEA, Domecq Garcia, etc etc
INVAP exporta radares. Y para Argentina se abre una nueva puerta
7 junio 2021, 05:50

INVAP lanzó una nueva serie de radares primarios tridimensionales de uso militar y concretó su primera exportación de radares civiles.
Ha interactuado con la Fuerza Aérea Argentina y otros organismos en la fabricación y uso de estos sistemas, que permiten un desarrollo tecnológico propio, la acumulación de capacidades y la generación de divisas.
La empresa tecnológica más importante del país sorprende con dos hitos. El 3 de marzo, con la presencia del presidente Alberto Fernández, el gobierno nacional firmó en Bariloche un contrato con INVAP por 9.200 millones de pesos para la producción e instalación de cinco nuevos radares primarios tridimensionales de largo alcance de empleo militar.Y como informamos el 30 de abril, INVAP exportará radares, una de las áreas más nuevas de la compañía. Construirá en Bariloche dos radares primarios 3D para el sistema de aeropuertos de la república africana de Nigeria. También se hace cargo de la capacitación del personal que los operará.
Se llama 3D a los radares capaces de medir la distancia, altura, dirección de desplazamiento y velocidad de un avión sin importar si éste quiere ser detectado o no. Esto, por oposición a los radares 2D, que «interrogan» a blancos colaborativos, vehículos que llevan un traspondedor que al ser iluminado por el haz del radar le dan automáticamente su identificación y altura, en tanto que el radar sólo determina su dirección y velocidad. Los radares 2D no «ven» los aviones (o barcos o vehículos) que carecen de este traspondedor. Son aparatos más simples y baratos, y la base de la navegación aeroportuaria civil.
Un radar 3D, por oposición, es más complejo y caro, y si está dotado de hardware y software para contrarrestar contramedidas de un blanco que no quiere ser detectado, seguramente estamos hablando de un sistema militar.
Hay que tener en cuenta que por población y PBI, y junto con Sudáfrica y Egipto, Nigeria es una de las tres grandes economías africanas. Francia primero, Gran Bretaña y ahora España, toda Europa quiere venderle tecnología avanzada a la petrolera y populosa Nigeria. Y ahora allí nos compran radares. ¿Qué tal? Ingenieros argentinos, éste es un regalo en su día. (Con 24 horas de atraso: no somos perfectos. Si no, seríamos ingenieros. Era un chiste).
Que INVAP venda ingenierías de muy alta complejidad en mercados codiciados, incluso en los de los países llamados «del Primer Mundo», es algo a lo que nos hemos acostumbrado, como si fueran cosas normales en un país decreciente, cada vez más primario por sus exportaciones, y que por sucesivos cierres de ramas enteras avanzadas de la producción (sus empresas electrónicas, sus aeronáuticas, su notable industria de defensa) se ha ido volviendo mitad maquila, mitad desierto industrial. Pero a contramano de ello, hemos radarizado exitosamente nuestro territorio con tecnología propia, y cada vez más y cada vez mejor. Y ahora exportamos radares. Contra toda predicción, y también contra viento y marea.
El camino recorrido
Cuando se dice que en las últimas décadas el sector de la defensa nacional sólo sufrió desinversiones es cierto y a la vez falso.
Los déficits son tediosos de recordar, por tan numerosos. ¿Uno representativo? En 1994, apretado por el Reino Unido y los EEUU, el gobierno de Carlos Menem cerró el astillero Domecq García y dejamos de construir nuestros submarinos TR-1700, todavía hoy armas avanzadas. Quedaron sin terminarse el ARA Santa Fe, con un avance del 71%, y el ARA San Juan.
Dos submarinos más de aquella flota de 6, que habría sido la más poderosa de la región, quedaron sin construir y sus componentes fueron canibalizadas como repuestos de los dos únicos TR-1700 en servicio. Menem trató de vender las tierras del astillero como barrio cheto y shoppings, y zafó de una causa judicial por malversación de bienes públicos que lo habría puesto en la cárcel, pero sólo porque la justicia federal pisó el juicio, y cuando se reavivó lo ampararon sus fueros de senador, y finalmente lo absolvió la muerte.
En 2006 Néstor Kirchner reabrió el complejo Tandanor-Domecq García con el nombre de CINAR y se hizo la primera reparación y modernización de uno de los dos TR-1700 comprados a Alemania. Pero sin la suficiente inversión y con recursos humanos reconstruidos y mayormente nuevos, la tarea no llevó un año o dos, sino más de seis. Y la plata nunca dio como para terminar el Santa Fe y el San Juan de una vez.
Cuatro TR-1700 en el agua, silenciosos, poco ubicables y de muy largo alcance, habrían vuelto a la Argentina un país al cual te conviene tratar con guante de seda aunque quede a medio planeta de distancia, y aunque tengas muchos submarinos nucleares propios. Pero a un país resuelto a volverse incapaz de defender sus aguas le sacás 1,6 millones de km2 de mar, como hizo el Reino Unido con Argentina durante los ’90, y se la tiene que bancar.
¿O acaso en sucesivos ejercicios navales conjuntos con los EEUU uno de nuestro dos TR no «se cargó» al portaaviones USN Nimitz, tras abrirse paso silenciosamente a través de su cortina de naves escolta? ¿Y años más tarde, acaso otro TR no se colocó sin ser notado a retaguardia a un submarino nuclear de ataque clase Los Ángeles, y «lo hundió»? En Whitehall, sede de la diplomacia británica, saben que los TR 1700 e incluso los viejos tipo 209 son naves de cuidado y hay que terminar con la capacidad argentina de construirlas y repararlas. Eso lo tienen agendado desde 1974, cuando se empezó la transferencia de tecnología submarinística con la República Federal Alemana.
En 2017, aprovechando la pérdida del ARA San Juan, el gobierno de Mauricio Macri paralizó del todo el astillero, donde hacía tiempo debió haberse empezado la segunda reparación de vida media del ARA Santa Cruz (gemelo del San Juan), así como la reconstrucción de 2 submarinos costeros alemanes tipo 209, el Salta y el San Luis. Este último, aún en pésimo estado técnico, enloqueció bastante a la Task Force durante la guerra por las islas demasiado famosas. Esas tareas siguen pendientes, y mientras no se lleven a cabo seremos el único país marítimo del Cono Sur sin submarinos, salvo por Uruguay.
Es obvio que es prioritario tener un astillero antes que una flota, porque el astillero construye y luego mantiene la flota. Pero la Armada Argentina heredó del tercer gobierno de Perón y a regañadientes la misión de construir y mantener sus propios submarinos, y la abandonó a conciencia toda vez que pudo. Comprar mantenimientos afuera, o unidades completas, deja comisiones y tranquiliza a la gente educada desde la infancia para creer que la alta tecnología y la Argentina son planetas separados; algo que muchos de nuestros jefes militares creen incluso más por convicción que por conveniencia.
Tampoco la Fuerza Aérea protestó cuando Menem le vendió el Área Materiales Córdoba, que entre 1917 y fines de los 70 fue la fábrica de aviones más grande de Latinoamérica y la única con desarrollos propios, a la Lockheed Corporation. Y tampoco el Ejército ha hecho mucho por resucitar sus programas de construcción de tanques medianos.
Ahora que por primera vez desde el 10 de diciembre de 1983 las FFAA tienen una ley de presupuesto no muy generosa, pero sí ordenadora, el FONDEF, algunos de sus cuadros parecen a la espera de que les caiga un dólar para gastarlo afuera. Si uno se guía por las últimas adquisiciones, siguen sin tener problemas con la compra de chatarra.
Desde 1956, con el cajoneo del proyecto del caza multirrol Pulqui II, que no la desdeñan la chatarra aunque les resulte letal. Si es importado y viene del Atlántico Norte, debe ser bueno. Por algo al Pulqui II lo llamaban «Flor de Ceibo» (nombre despreciativo para los artículos con el marbete «Industria Argentina»), pero era bien visto ser piloto del Gloster Meteor, avión tan ingobernable que a Inglaterra le mató más pilotos propios en la posguerra que la Luftwaffe durante el verano de 1941.
Ahora los jefes submarinistas argentinos, más que reparar y actualizar la flota propia de unidades tipo 209 y la TR-1700, prefieren comprar la nave más vieja de las clase Tupí brasileña, a la que le queda apenas un resto de vida útil… Y que además es una unidad tipo 209. Si se compra, habrá que repararla a fondo o quedará también fuera de servicio.
Es por esta suma de visiones políticas y culturales, amén de las simples comisiones, que nuestros jóvenes pilotos de combate en Malvinas tuvieron que ir a medirse contra la Task Force con aviones A4 B y C de tercera mano, diseñados cuando la guerra de Corea. Ya eran un poco viejos en la guerra de Vietnam, y a la de Malvinas llegaron sin radares.
Que hoy el estado esté apostando a radares militares propios ya es un logro. También, que aquí se sigan fabricando radares tras 17 años de desarrollos variados, que van desde los gigantescos espaciales de apertura sintética (los de los satélites SAOCOM) a los minúsculos portátiles en mochila de infantería, pasando por los colaborativos de aeropuerto, los no colaborativos de control aéreo, fijos y móviles, y a los meteorológicos… Hay de todo, como en botica.
Nuestros radares se han ido afirmando en el país pese a lobbies que en 2004 parecían invencibles. Transformada ya en industria, el área de radares de INVAP sobrevivió al intento de desactivarla de 2017. Fue clásico pero casi exitoso: consistió en no pedir ninguno más, en no pagar los pedidos y construidos, y en intentar de modo muy frontal el cierre de la empresa, que vive de lo que vende.
INVAP ya había sobrevivido dosis sucesivas de este cóctel tóxico entre 1983 y 2006, pero este nuevo no causó indiferencia porque la empresa fue volviéndose un símbolo de una Argentina posible. Antes de saber que no debía mostrarse en canchas de fútbol para no escuchar «el hit del verano», el presidente Macri aprendió a evitar -para no vérselas con el periodismo patagónico- el aeropuerto de Bariloche. En esa ciudad rionegrina INVAP es mucho más que un motivo de orgullo nacional: es una fuente muy concreta de divisas y de empleo de calidad, e incluso se volvió parte de algunas recorridas turísticas.
Y ahora, por fin, tras 17 años de pulseada contra nosotros mismos, la primera exportación de radares de la empresa que desde 2006 se volvió oficialmente la mejor proveedora mundial de pequeños reactores nucleares. ¡Y es estatal! Estimados: estamos ante una reeducación práctica no sólo de nuestros altos oficiales militares, sino de toda nuestra clase política. Podemos no ser indefensos ni primarios. Podemos ser un país, y no sólo un lugar. Esta lección desde Bariloche puede continuar bien o mal: somos Argentina. Pero está en curso.
Los extraños comienzos
Aunque la historia de los radares argentinos empezó realmente por la materia más difícil, la de los radares de apertura sintética de los satélites SAOCOM 1A y 1B, el lanzamiento real de un proyecto más general vino durante la presidencia de Eduardo Duhalde. El bonaerense le prestó oídos a algunos oficiales aeronáuticos, que habían logrado volver de Malvinas con condecoraciones, muchos compañeros muertos y algunas ideas cambiadas. Ahí nació el proyecto del INKAN, el primer radar argentino, muy 2D, muy inocente, muy de aeropuerto, capaz únicamente de detectar vuelos colaborativos.
Pero cualquiera que conociera a INVAP sabía que la firma iba a por más, y milagrosamente, en 2003, la Argentina estaba alineada. Con el Decreto PEN N° 1407/2004, el presidente siguiente, Néstor Kirchner creó el Sistema Nacional de Vigilancia y Control Aeroespacial (SINVICA). En 2012, luego de una megatormenta que pasó por el suburbano Oeste como una motosierra gigante (27 muertos, 893 heridos, miles de casas destruidas, decenas de millones de dólares de pérdidas), el SINVICA tuvo un hijo inesperado: el Sistema Nacional de Radares Meteorológicos (SINARAME), basado en radares en banda X.
Los fabricados por INVAP sirvieron ante todo para darle uniformidad a la cosecha de información de los radares meteorológicos instalados hasta aquel momento, de marca, potencia y frecuencia distintas. Elegidos por dos décadas de decisiones no coordinadas de algunas provincias, o de empresas, o de Fuerzas Armadas o de instituciones como el INTA, eran una Armada Brancaleone.
Como detectaban cosas distintas de modos distintos, no podían armar un buen mapa de alertas para el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), especialmente con los tornados, que son fenómenos de formación muy rápida e impredecible. Pero además al ser viejos, se rompían, y al ser muy distintos entre sí, conseguir repuestos era una pesadilla.
Dos cosas empeoraban el panorama: por su particular forma de cuña encajada entre tres «usinas meteorológicas» que compiten entre sí (el Pacífico, la Antártida y el Atlántico), y con la Cordillera añadiendo caos a la cinchada de fuerzas resultante, la predicción meteorológica en Argentina es mitad ciencia y mitad adivinación, incluso cuando se tienen buenos datos y con cierta resolución geográfica.
Pero en una sola movida el SMN perdió su mayor sistema de cosecha, cuando se concesionaron los ferrocarriles. Con el cierre de ramales enteros y la desaparición de centenares de estaciones, el SMN dejó de recibir 3 veces por día esos telegramas firmados por cada jefe de estación, con los registros diarios de temperatura, presión, humedad atmosférica, dirección y velocidad de viento y precipitación.
En el caso del Belgrano Norte, la desaparición de más de 60 estaciones dejó al país sin información en tiempo real de un área con población rural dispersa del tamaño de las islas británicas, centrada en la cuenca del Río Salado del Norte. La inundación instantánea de Santa Fe Capital en 2003, con decenas de muertos, fue una de las muchas consecuencias.
El SINARAME fue el primer intento tecnológico del estado nacional de reparar ese daño. Hoy la primera parte del despliegue se terminó, con 4 de los radares «pre-SINARAME» en línea con los 11 diseñados e instalados por INVAP. Además de contar con estos, el SMN desplegó 57 estaciones terrestres robóticas que transmiten automáticamente la información que antes daban por telégrafo los ferroviarios.
El camino hasta esta primera exportación a Nigeria ha sido duro. En 2003, Argentina era una compradora de radares, país en plena lobotomía tecnológica en el que, por el canibalismo de los oferentes, habían fracasado ya 2 licitaciones para radarizar el territorio. Todas terminaban en denuncias de cohecho y grescas judiciales, y aquí lo judicial va despacio.
Fueron épocas de oro para el narcotráfico en avioneta, probablemente una de las causas por las que fracasaban las licitaciones. Los países oferentes en las licitaciones de Menem y de Fernando de la Rúa eran todos OTAN o alineados con OTAN. Esto limitaba toda transferencia de tecnología desde el vendedor al único país sudaca que había estado en guerra con el Reino Unido, y técnicamente, por el artículo 5to de la OTAN, también en guerra con la OTAN.
En 2004, la iniciativa de mandar al demonio a los oferentes externos, a sus abogados y a sus lobbistas, y desarrollar una tecnología propia no le cayó bien a mucha gente. Y en las cancillerías, ni hablar.
Argentina tardó casi dos décadas en volverse uno entre la veintena de países que disponen de diseño y producción propios en radares. Y de todos los tipos.
El presidente Alberto Fernández en marzo pasado firmó contrato con INVAP por una nueva serie de radares militares, los RPA-200.
En la Fuerza Aérea Argentina el uso de los radares de INVAP se impuso porque a) Kirchner dejó en claro que no habría otros, y eso se mantuvo hasta 2018, b) los primeros INKAN 2D de aeropuerto costaban la mitad que todo lo que se había ofrecido en las licitaciones anteriores, c) eran de bajo mantenimiento, se podían dejar operando solos en sitios deshabitados de las largas rutas aéreas argentinas, y d) el «service» era casi instantáneo. En 2006 hasta los más escépticos aceptaban que INVAP podía encarar radares militares 3D de diverso tipo, que detectan todos los vuelos, salvo que estén muy bien defendidos por contramedidas.
Nada de eso habría sido posible sin la colaboración muy activa de la gente más «pro-tecnología argentina» de la FAA. El vicecomodoro Claudio Reigert, director de Sistemas de Vigilancia y Control Aeroespacial de la FAA, especialista en radares y guerra electrónica, se encuentra involucrado en el desarrollo de estos sistemas desde 2008 y ha sido uno de los responsables del vínculo entre su institución e INVAP.
Reigert integró el equipo que escribió los requerimientos técnicos operativos (RPO) de los radares a diseñar, y capacitó a la gente de INVAP en las cuestiones atinentes a la guerra electrónica para que ellos pudieran entender lo que se necesitaba y las razones de ello. Esto comprendía aspectos como “por qué la antena debía tener baja firma infrarroja, o por qué debía contar con bajos lóbulos laterales, y cómo se puede atacar a un radar de distintas maneras, desde lo destructivo, hasta lo no destructivo”, recordó el vicecomodoro.
“La experiencia (de trabajo con los radares) fue positiva, muy enriquecedora desde lo técnico y de gran desarrollo profesional, en el sentido de que todo lo que sucedió con INVAP a partir de la proposición de la necesidad de un sensor de tres dimensiones, de largo alcance y militar, fue muy bueno”, manifestó Reigert.
Un elemento en el que se destacó INVAP en su trabajo con la FAA fue su disposición a aprender del cliente, especialmente en materia de contramedidas. Hoy cualquier PyME electrónica puede desarrollar radares Doppler, de los que miden la velocidad de los automóviles en las rutas, e incluso integrar esa información con las de otras fuentes, como cámaras de video.
Pero INVAP no se dedica a las fotomultas. Lo que puso de valor agregado en radarística, dice Reigert, «fue satisfacer las demandas de la FAA en cuanto a la parte de protección electrónica (conocida también como contra-contramedidas del guerra electrónica), y el desarrollo de la consola operativa de defensa aérea que tiene el radar. Estas y otras características son las que transforman un radar primario en uno de uso militar”.
Los radares desarrollados por INVAP incluyen el protocolo de transmisión de información radar Asterix, un estándar internacional que permite que esos sistemas se comuniquen con toda la red de control y vigilancia del espacio aéreo, compartiendo la información que cada sensor capta y, a su vez, recibiendo la información de planes de vuelo que emanan de los centros de información de tránsito aéreo. La fusión de estos datos permite contar con un panorama más claro de quiénes utilizan el espacio aéreo, lo que implica una ventaja operativa imprescindible en la actualidad.
Actualizando logros
“Hoy en día, desde el punto de vista de la tecnología de los radares, la empresa (por INVAP) está en lo más avanzado del estado del arte. Y la experiencia de funcionamiento de los equipos es muy buena”, manifestó Reigert.
Los radares primarios tridimensionales militares de INVAP RPA (por Radar Primario Argentino) son equipos fijos que operan en banda L (entre 1 y 2 GHz) con un alcance instrumentado de 240 millas (444 kilómetros, aproximadamente). La longitud de onda con la que se trabaja determina el tamaño de la antena que se requerirá y ésta, a su vez, el alcance con el que se contará, además de otras características. Banda L normalmente significa antenas bastante grandes.
Dotarlas de movilidad llevó a INVAP a diseñar algunas que, en sus containers o trailers, logran plegarse como un origami sin daños para el cableado, asunto en el que la firma barilochense ya venía «canchera» por haber diseñado el pliegue y despliegue de las placas fotovoltaicas de los satélites de la CONAE, y luego de ARSAT, piezas mucho más frágiles.
Los nuevos RPA de INVAP poseen una ingeniería de base similar, aunque no igual, a la primera serie pero con varias mejoras significativas en lo que hace a prevención de fallas, mantenimiento y operación, generación de la señal y capacidad de adquisición y seguimiento de blancos (ver gráfico).
La historia radarística de INVAP es un «vesre» de la de otros proveedores de sensores militares. Todos ellos terminaron aplicando en el espacio la tecnología que habían desarrollado en tierra. Aquí se empezó por el espacio. Amigos, esto es la Argentina: hacemos goles en tiempo de descuento. Y de vez en cuando, la hinchada se entera y los celebra.
Toda una familia
En lo que respecta a radares militares, INVAP también desarrolló el RPA-170M, una versión móvil con antena más reducida y 170 millas (314 kilómetros) de alcance. El RPA-170M debutó exitosamente en la protección de la cumbre del G20 realizada en Buenos Aires, a fines de 2018.
En simultáneo con los desarrollos propios de radares, INVAP modernizó, a su vez, dos de los cuatro Westinghouse AN/TPS-43 de fabricación estadounidense que la FAA posee desde la década de 1970. Uno de ellos estuvo desplegado en Puerto Argentino durante la guerra de las Malvinas, en 1982, y fue la perdición de algunos barcos de la Task Force, así como la salvación de algunos de nuestros pilotos cuando los Harrier salían a cazarlos.
Las mejoras y actualizaciones introducidas por INVAP en estos radares, que pasaron a denominarse MTPS-43, se concentraron en las contra-contra medidas electrónicas, la digitalización del procesamiento de señales y de la presentación de los datos, la incorporación del protocolo Asterix y la mejora del confort de la cabina de operación interna. Uno de los nuevos pero viejos MTPS-43 ha reemplazado recientemente al viejo nomás TPS-43 que operaba desde Santa Cruz, vigilando parte del espacio aéreo patagónico y del Atlántico sur.
Estaba prevista, asimismo, la modernización de los dos TPS-43 restantes y la adquisición por parte de la FAA de otros dos RPA-170M más, pero restricciones presupuestarias han frenado, por el momento, esos planes. Sí, amigos, esto es la Argentina.
De modo análogo, la intervención de INVAP en los TPS-43, radares móviles que operan en banda S (2 a 4 GHz) y que, por lo tanto, cuentan con una antena más chica, tenía como propósito que la empresa rionegrina aprendiera a manejar bien esta frecuencia para luego desarrollar equipos propios en banda S. Este proyecto, también está suspendido por el momento. Lo dicho. Argentina, nomás.
INVAP ha trabajado también en otras tipologías de radares, con el Ejército Argentino (EA), la Armada Argentina (ARA) y la propia FAA.
Para el EA, modernizó y extendió la vida útil de los viejos radares Doppler de vigilancia terrestre Rasit. Para la ARA, llevó a cabo los ensayos de un radar de apertura sintética (SAR por sus siglas en inglés) aerotransportado. Algo similar está haciendo para la FAA, con otro SAR instalado en el prototipo del IA-53 Pucará Fénix, que viaja en un «pod» aerodinámico bajo un ala: en lugar de dar imágenes de lo que está frente a la nariz del avión, «barre por lateral».
Este pod es de buena definición, ya hizo sus primera pruebas y transforma a un avión nacido para contrainsurgencia en un aparato de patrulla aérea. A bordo, en las pantallas del segundo tripulante (en realidad el más importante), se integran información de radar y óptica, obtenida en banda visible e infrarroja. El «Puca» así provisto es una especie de AWACS (radar aerotransportado de alerta temprana y control) en miniatura.
En los planes futuros está la idea de desarrollar AWACS de tamaño completo, sistema también incluido en las previsiones del SINVICA y que le daría a la Argentina una capacidad de vigilancia aeronáutica rara en América Latina.
El brigadier mayor Xavier Isaac, comandante en jefe de la FAA, cree que además de dotarse de uno o dos AWACS, uno de los mejores negocios de exportación que podría hacer el país es comprar jets de pasajeros, montarles tecnología INVAP de control de grandes espacios aéreos, marítimos y terrestres, y venderlos como AWACS en el mercado mundial.
El único país con un avión de este tipo en el Cono Sur es Chile. El Reino Unido le vendió a la Fuerza Aérea Chilena un feo pero eficiente Nimrod, derivado del viejísimo De Havilland Comet 4, para que los vecinos nos tuvieran vigilados, por asuntos de las islas demasiado famosas. Es como contratar un policía para que te cuide pero además hacerle pagar por el arma: no habla bien del Reino Unido. El próximo AWACS a Chile se lo podríamos ofrecer nosotros. Sería un ejemplo de humor británico.
Más allá de los radares
Los radares militares no operan en solitario. El control y defensa del espacio aéreo requieren de la integración y centralización de la información que estos sensores captan, a la que se suma la que aportan los radares civiles, y todo ello debe combinarse con instrumentos de disuasión y neutralización de potenciales amenazas.
La red argentina de radares secundarios civiles de control del tráfico aéreo está actualmente compuesta por 27 unidades, mientras que la militar cuenta con 13 radares. La FAA posee un centro de comando y control en Merlo, Provincia de Buenos Aires, donde concentra la información de ambas redes, a la que se le suman otros datos, como los planes de vuelo de las aeronaves que operan en el espacio aéreo nacional.
En caso de conflicto armado, los centros de comando y control fijo han demostrado un alto nivel de vulnerabilidad al ataque de un oponente dotado de una significativa capacidad aérea. Asimismo, está la amenaza de accidentes que puedan afectar la operatividad de esos centros. En previsión de ello “cada vez que hay una misión concreta real [como fue la vigilancia del G20], se establece un lugar alternativo (de comando y control), más allá de Merlo, con autoridades y con capacidad de recepción de la información y de decisión. También se realizan ejercicios preparatorios, ya que no hace falta que exista un ataque para que esto se necesite. Ante la eventualidad de una falla técnica o de un problema, no es una opción quedarse sin cobertura de defensa de vigilancia aérea”, explicó Reigert.
En el futuro, la Argentina podría contar con varios C3, o centros de comando y control aeroespacial capaces de relevarse entre sí en una situación de emergencia, al estilo de los cuatro CINDACTA (Centro Integrado de Defensa Aérea y Control de Tráfico Aéreo) que funcionan en Brasil. O, incluso, se pueden desarrollar unidades móviles con ese fin. Con un país de 2,78 millones de km2, el 9no de la Tierra en superficie como la Argentina, hay mucho terreno para vigilar pero también sobra lugar adonde esconder C3 móviles.
Junto con los radares y otros eventuales sensores que relevan lo que está pasando en los cielos, un país debe tener capacidad para detener cualquier amenaza que se presente. La aviación de combate, sea tripulada o robótica, es el modo de proyectar poder cuando la intervención no pasa por eliminar un blanco.
Hoy la mejor defensa del espacio aéreo, marítimo y terrestre de un país lo da un combo de radares y misiles. Son lo más efectivo, con costos de adquisición y operación o de desarrollo propio siempre inferiores a los de del caza interceptor o el bombardero supersónico.
En el área misilística, la Argentina tiene su mayor déficit. Sobre el tema, Reigert destacó: “Siempre se están haciendo esfuerzos para conseguir una defensa aérea integral que incluya no solamente los elementos de detección, sino también los vectores que lleven elementos agresivos y que permitan una defensa aérea puntual. Ahí entran los misiles y la artillería, o los sistemas de defensa antiaérea de tubo. Actualmente se están evaluando en la FAA distintas ofertas que se han tenido”.
Soberanía y exportación
Con la venta de radares a Jampur, INVAP parece comenzar a reeditar el exitoso sendero que ha venido forjando desde hace 40 años en el sector nuclear y que la ha llevado a exportar complejos reactores a países desarrollados, y cobrándolos caros, sin regalar nada. La política de la empresa, a lo largo de decenas de licitaciones, ha sido en general ganar más por calidad de ofertas que por precio.
“Esta venta se enmarca en un modelo de negocios que en INVAP siempre hemos sostenido –dijo Vicente Campenni, gerente general de la empresa–, en el cual no nos preocupamos solo por desarrollar soluciones tecnológicas que sirvan a las necesidades internas del país, sino que, a partir de ellas, se puedan obtener productos exportables que generen trabajo en la Argentina y contribuyan a traer divisas”.
“Se debe conservar a lo largo del tiempo el desarrollo de medios propios para la defensa nacional –enfatizó Reigert, sobre la producción nacional de radares–, con empresas locales, que nos dan soberanía en lo tecnológico”. Eso, en criollo, quiere decir que si Taiwan deja de pronto de fabricar un chip crítico, te quedaste sin radares. No estará de moda entre los economistas clásicos, pero para desarrollar armamento se necesitan cadenas de provisión nacionales, incluso con fabricación artesanal.
Si bien los radares que exportará INVAP son de uso civil, como derivan de desarrollos militares realizados para la FAA, y como se estila en todo el mundo, no incluirán elementos específicos que hacen a la defensa argentina u la de otros países, protegidos por acuerdos de confidencialidad. Lo que pueda haber de uso dual en los radares exportados a Nigeria lo saben Nigeria, INVAP y el intermerdiario emiratí.
¿Era inevitable que exportáramos radares, con tanto trabajo como nos dieron? No. Cada venta habrá que sudarla, pero mejora las perspectivas de la próxima, como aprendió INVAP en reactores. Y como argentinos, en AgendAR alzamos nuestras copas por haber llegado a este punto, como país.
Que vengan ahora a meter de nuevo el genio adentro de la lámpara.
Daniel E. Arias
Mi agradecimiento a Carlos de la Vega de TSS por su excelente artículo, que ha servido de fuente para esta nota, y mi reconocimiento al Vicecomodoro Claudio Reigert por su trabajo sobre INVAP.
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Según se informó en el reciente acto realizado en el Batallón de Arsenales 602, el Ejército estaría próximo a incorporar radares RPA-200 para complementar o reemplazar los viejos radares Cardion Alert.
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"¿O acaso en sucesivos ejercicios navales conjuntos con los EEUU uno de nuestro dos TR no «se cargó» al portaaviones USN Nimitz, tras abrirse paso silenciosamente a través de su cortina de naves escolta? ¿Y años más tarde, acaso otro TR no se colocó sin ser notado a retaguardia a un submarino nuclear de ataque clase Los Ángeles, y «lo hundió»? En Whitehall, sede de la diplomacia británica, saben que los TR 1700 e incluso los viejos tipo 209 son naves de cuidado y hay que terminar con la capacidad argentina de construirlas y repararlas. Eso lo tienen agendado desde 1974, cuando se empezó la transferencia de tecnología submarinística con la República Federal Alemana."
Este muchacho Arias, siempre exagera para reforzar su punto, y no hay necesidad.
El TR1700 no le sacó fotos a un Nimitz.
Acá está la info del ejercicio: https://www.elsnorkel.com/2014/08/ejercicio-fleetex-294-george-washington.htmlLos que anduvieron sacando fotos a portaaviones nucleares en ejercicios, fueron los suecos, con AIP.
Y tampoco hundió simuladamente a un Clase Los Ángeles. Era un Clase Sturgeon (El USS Pintado), una clase que ya estaba de salida, que estaba siendo reemplazada por los Clase Los Ángeles. El relato del ejercicio está en la revista Def y Deg nro 71
Que pifie en estas cosas menores tan fáciles de corroborar (yo lo hice en 15' entrando en elsnorkel.com) atenta contra la credibilidad del resto de lo que escribe, que puede ser muy correcto... o no...
Saludos
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@zonca dijo en Novedades INVAP:
Siempre me cuesta elegir donde colgar las notas de Daniel Arias porque si bien el titulo habla de los radares de INVAP, tambien le suma submarinos, FADEA, Domecq Garcia, etc etc
INVAP exporta radares. Y para Argentina se abre una nueva puerta
7 junio 2021, 05:50

INVAP lanzó una nueva serie de radares primarios tridimensionales de uso militar y concretó su primera exportación de radares civiles.
Ha interactuado con la Fuerza Aérea Argentina y otros organismos en la fabricación y uso de estos sistemas, que permiten un desarrollo tecnológico propio, la acumulación de capacidades y la generación de divisas.
La empresa tecnológica más importante del país sorprende con dos hitos. El 3 de marzo, con la presencia del presidente Alberto Fernández, el gobierno nacional firmó en Bariloche un contrato con INVAP por 9.200 millones de pesos para la producción e instalación de cinco nuevos radares primarios tridimensionales de largo alcance de empleo militar.Y como informamos el 30 de abril, INVAP exportará radares, una de las áreas más nuevas de la compañía. Construirá en Bariloche dos radares primarios 3D para el sistema de aeropuertos de la república africana de Nigeria. También se hace cargo de la capacitación del personal que los operará.
Se llama 3D a los radares capaces de medir la distancia, altura, dirección de desplazamiento y velocidad de un avión sin importar si éste quiere ser detectado o no. Esto, por oposición a los radares 2D, que «interrogan» a blancos colaborativos, vehículos que llevan un traspondedor que al ser iluminado por el haz del radar le dan automáticamente su identificación y altura, en tanto que el radar sólo determina su dirección y velocidad. Los radares 2D no «ven» los aviones (o barcos o vehículos) que carecen de este traspondedor. Son aparatos más simples y baratos, y la base de la navegación aeroportuaria civil.
Un radar 3D, por oposición, es más complejo y caro, y si está dotado de hardware y software para contrarrestar contramedidas de un blanco que no quiere ser detectado, seguramente estamos hablando de un sistema militar.
Hay que tener en cuenta que por población y PBI, y junto con Sudáfrica y Egipto, Nigeria es una de las tres grandes economías africanas. Francia primero, Gran Bretaña y ahora España, toda Europa quiere venderle tecnología avanzada a la petrolera y populosa Nigeria. Y ahora allí nos compran radares. ¿Qué tal? Ingenieros argentinos, éste es un regalo en su día. (Con 24 horas de atraso: no somos perfectos. Si no, seríamos ingenieros. Era un chiste).
Que INVAP venda ingenierías de muy alta complejidad en mercados codiciados, incluso en los de los países llamados «del Primer Mundo», es algo a lo que nos hemos acostumbrado, como si fueran cosas normales en un país decreciente, cada vez más primario por sus exportaciones, y que por sucesivos cierres de ramas enteras avanzadas de la producción (sus empresas electrónicas, sus aeronáuticas, su notable industria de defensa) se ha ido volviendo mitad maquila, mitad desierto industrial. Pero a contramano de ello, hemos radarizado exitosamente nuestro territorio con tecnología propia, y cada vez más y cada vez mejor. Y ahora exportamos radares. Contra toda predicción, y también contra viento y marea.
El camino recorrido
Cuando se dice que en las últimas décadas el sector de la defensa nacional sólo sufrió desinversiones es cierto y a la vez falso.
Los déficits son tediosos de recordar, por tan numerosos. ¿Uno representativo? En 1994, apretado por el Reino Unido y los EEUU, el gobierno de Carlos Menem cerró el astillero Domecq García y dejamos de construir nuestros submarinos TR-1700, todavía hoy armas avanzadas. Quedaron sin terminarse el ARA Santa Fe, con un avance del 71%, y el ARA San Juan.
Dos submarinos más de aquella flota de 6, que habría sido la más poderosa de la región, quedaron sin construir y sus componentes fueron canibalizadas como repuestos de los dos únicos TR-1700 en servicio. Menem trató de vender las tierras del astillero como barrio cheto y shoppings, y zafó de una causa judicial por malversación de bienes públicos que lo habría puesto en la cárcel, pero sólo porque la justicia federal pisó el juicio, y cuando se reavivó lo ampararon sus fueros de senador, y finalmente lo absolvió la muerte.
En 2006 Néstor Kirchner reabrió el complejo Tandanor-Domecq García con el nombre de CINAR y se hizo la primera reparación y modernización de uno de los dos TR-1700 comprados a Alemania. Pero sin la suficiente inversión y con recursos humanos reconstruidos y mayormente nuevos, la tarea no llevó un año o dos, sino más de seis. Y la plata nunca dio como para terminar el Santa Fe y el San Juan de una vez.
Cuatro TR-1700 en el agua, silenciosos, poco ubicables y de muy largo alcance, habrían vuelto a la Argentina un país al cual te conviene tratar con guante de seda aunque quede a medio planeta de distancia, y aunque tengas muchos submarinos nucleares propios. Pero a un país resuelto a volverse incapaz de defender sus aguas le sacás 1,6 millones de km2 de mar, como hizo el Reino Unido con Argentina durante los ’90, y se la tiene que bancar.
¿O acaso en sucesivos ejercicios navales conjuntos con los EEUU uno de nuestro dos TR no «se cargó» al portaaviones USN Nimitz, tras abrirse paso silenciosamente a través de su cortina de naves escolta? ¿Y años más tarde, acaso otro TR no se colocó sin ser notado a retaguardia a un submarino nuclear de ataque clase Los Ángeles, y «lo hundió»? En Whitehall, sede de la diplomacia británica, saben que los TR 1700 e incluso los viejos tipo 209 son naves de cuidado y hay que terminar con la capacidad argentina de construirlas y repararlas. Eso lo tienen agendado desde 1974, cuando se empezó la transferencia de tecnología submarinística con la República Federal Alemana.
En 2017, aprovechando la pérdida del ARA San Juan, el gobierno de Mauricio Macri paralizó del todo el astillero, donde hacía tiempo debió haberse empezado la segunda reparación de vida media del ARA Santa Cruz (gemelo del San Juan), así como la reconstrucción de 2 submarinos costeros alemanes tipo 209, el Salta y el San Luis. Este último, aún en pésimo estado técnico, enloqueció bastante a la Task Force durante la guerra por las islas demasiado famosas. Esas tareas siguen pendientes, y mientras no se lleven a cabo seremos el único país marítimo del Cono Sur sin submarinos, salvo por Uruguay.
Es obvio que es prioritario tener un astillero antes que una flota, porque el astillero construye y luego mantiene la flota. Pero la Armada Argentina heredó del tercer gobierno de Perón y a regañadientes la misión de construir y mantener sus propios submarinos, y la abandonó a conciencia toda vez que pudo. Comprar mantenimientos afuera, o unidades completas, deja comisiones y tranquiliza a la gente educada desde la infancia para creer que la alta tecnología y la Argentina son planetas separados; algo que muchos de nuestros jefes militares creen incluso más por convicción que por conveniencia.
Tampoco la Fuerza Aérea protestó cuando Menem le vendió el Área Materiales Córdoba, que entre 1917 y fines de los 70 fue la fábrica de aviones más grande de Latinoamérica y la única con desarrollos propios, a la Lockheed Corporation. Y tampoco el Ejército ha hecho mucho por resucitar sus programas de construcción de tanques medianos.
Ahora que por primera vez desde el 10 de diciembre de 1983 las FFAA tienen una ley de presupuesto no muy generosa, pero sí ordenadora, el FONDEF, algunos de sus cuadros parecen a la espera de que les caiga un dólar para gastarlo afuera. Si uno se guía por las últimas adquisiciones, siguen sin tener problemas con la compra de chatarra.
Desde 1956, con el cajoneo del proyecto del caza multirrol Pulqui II, que no la desdeñan la chatarra aunque les resulte letal. Si es importado y viene del Atlántico Norte, debe ser bueno. Por algo al Pulqui II lo llamaban «Flor de Ceibo» (nombre despreciativo para los artículos con el marbete «Industria Argentina»), pero era bien visto ser piloto del Gloster Meteor, avión tan ingobernable que a Inglaterra le mató más pilotos propios en la posguerra que la Luftwaffe durante el verano de 1941.
Ahora los jefes submarinistas argentinos, más que reparar y actualizar la flota propia de unidades tipo 209 y la TR-1700, prefieren comprar la nave más vieja de las clase Tupí brasileña, a la que le queda apenas un resto de vida útil… Y que además es una unidad tipo 209. Si se compra, habrá que repararla a fondo o quedará también fuera de servicio.
Es por esta suma de visiones políticas y culturales, amén de las simples comisiones, que nuestros jóvenes pilotos de combate en Malvinas tuvieron que ir a medirse contra la Task Force con aviones A4 B y C de tercera mano, diseñados cuando la guerra de Corea. Ya eran un poco viejos en la guerra de Vietnam, y a la de Malvinas llegaron sin radares.
Que hoy el estado esté apostando a radares militares propios ya es un logro. También, que aquí se sigan fabricando radares tras 17 años de desarrollos variados, que van desde los gigantescos espaciales de apertura sintética (los de los satélites SAOCOM) a los minúsculos portátiles en mochila de infantería, pasando por los colaborativos de aeropuerto, los no colaborativos de control aéreo, fijos y móviles, y a los meteorológicos… Hay de todo, como en botica.
Nuestros radares se han ido afirmando en el país pese a lobbies que en 2004 parecían invencibles. Transformada ya en industria, el área de radares de INVAP sobrevivió al intento de desactivarla de 2017. Fue clásico pero casi exitoso: consistió en no pedir ninguno más, en no pagar los pedidos y construidos, y en intentar de modo muy frontal el cierre de la empresa, que vive de lo que vende.
INVAP ya había sobrevivido dosis sucesivas de este cóctel tóxico entre 1983 y 2006, pero este nuevo no causó indiferencia porque la empresa fue volviéndose un símbolo de una Argentina posible. Antes de saber que no debía mostrarse en canchas de fútbol para no escuchar «el hit del verano», el presidente Macri aprendió a evitar -para no vérselas con el periodismo patagónico- el aeropuerto de Bariloche. En esa ciudad rionegrina INVAP es mucho más que un motivo de orgullo nacional: es una fuente muy concreta de divisas y de empleo de calidad, e incluso se volvió parte de algunas recorridas turísticas.
Y ahora, por fin, tras 17 años de pulseada contra nosotros mismos, la primera exportación de radares de la empresa que desde 2006 se volvió oficialmente la mejor proveedora mundial de pequeños reactores nucleares. ¡Y es estatal! Estimados: estamos ante una reeducación práctica no sólo de nuestros altos oficiales militares, sino de toda nuestra clase política. Podemos no ser indefensos ni primarios. Podemos ser un país, y no sólo un lugar. Esta lección desde Bariloche puede continuar bien o mal: somos Argentina. Pero está en curso.
Los extraños comienzos
Aunque la historia de los radares argentinos empezó realmente por la materia más difícil, la de los radares de apertura sintética de los satélites SAOCOM 1A y 1B, el lanzamiento real de un proyecto más general vino durante la presidencia de Eduardo Duhalde. El bonaerense le prestó oídos a algunos oficiales aeronáuticos, que habían logrado volver de Malvinas con condecoraciones, muchos compañeros muertos y algunas ideas cambiadas. Ahí nació el proyecto del INKAN, el primer radar argentino, muy 2D, muy inocente, muy de aeropuerto, capaz únicamente de detectar vuelos colaborativos.
Pero cualquiera que conociera a INVAP sabía que la firma iba a por más, y milagrosamente, en 2003, la Argentina estaba alineada. Con el Decreto PEN N° 1407/2004, el presidente siguiente, Néstor Kirchner creó el Sistema Nacional de Vigilancia y Control Aeroespacial (SINVICA). En 2012, luego de una megatormenta que pasó por el suburbano Oeste como una motosierra gigante (27 muertos, 893 heridos, miles de casas destruidas, decenas de millones de dólares de pérdidas), el SINVICA tuvo un hijo inesperado: el Sistema Nacional de Radares Meteorológicos (SINARAME), basado en radares en banda X.
Los fabricados por INVAP sirvieron ante todo para darle uniformidad a la cosecha de información de los radares meteorológicos instalados hasta aquel momento, de marca, potencia y frecuencia distintas. Elegidos por dos décadas de decisiones no coordinadas de algunas provincias, o de empresas, o de Fuerzas Armadas o de instituciones como el INTA, eran una Armada Brancaleone.
Como detectaban cosas distintas de modos distintos, no podían armar un buen mapa de alertas para el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), especialmente con los tornados, que son fenómenos de formación muy rápida e impredecible. Pero además al ser viejos, se rompían, y al ser muy distintos entre sí, conseguir repuestos era una pesadilla.
Dos cosas empeoraban el panorama: por su particular forma de cuña encajada entre tres «usinas meteorológicas» que compiten entre sí (el Pacífico, la Antártida y el Atlántico), y con la Cordillera añadiendo caos a la cinchada de fuerzas resultante, la predicción meteorológica en Argentina es mitad ciencia y mitad adivinación, incluso cuando se tienen buenos datos y con cierta resolución geográfica.
Pero en una sola movida el SMN perdió su mayor sistema de cosecha, cuando se concesionaron los ferrocarriles. Con el cierre de ramales enteros y la desaparición de centenares de estaciones, el SMN dejó de recibir 3 veces por día esos telegramas firmados por cada jefe de estación, con los registros diarios de temperatura, presión, humedad atmosférica, dirección y velocidad de viento y precipitación.
En el caso del Belgrano Norte, la desaparición de más de 60 estaciones dejó al país sin información en tiempo real de un área con población rural dispersa del tamaño de las islas británicas, centrada en la cuenca del Río Salado del Norte. La inundación instantánea de Santa Fe Capital en 2003, con decenas de muertos, fue una de las muchas consecuencias.
El SINARAME fue el primer intento tecnológico del estado nacional de reparar ese daño. Hoy la primera parte del despliegue se terminó, con 4 de los radares «pre-SINARAME» en línea con los 11 diseñados e instalados por INVAP. Además de contar con estos, el SMN desplegó 57 estaciones terrestres robóticas que transmiten automáticamente la información que antes daban por telégrafo los ferroviarios.
El camino hasta esta primera exportación a Nigeria ha sido duro. En 2003, Argentina era una compradora de radares, país en plena lobotomía tecnológica en el que, por el canibalismo de los oferentes, habían fracasado ya 2 licitaciones para radarizar el territorio. Todas terminaban en denuncias de cohecho y grescas judiciales, y aquí lo judicial va despacio.
Fueron épocas de oro para el narcotráfico en avioneta, probablemente una de las causas por las que fracasaban las licitaciones. Los países oferentes en las licitaciones de Menem y de Fernando de la Rúa eran todos OTAN o alineados con OTAN. Esto limitaba toda transferencia de tecnología desde el vendedor al único país sudaca que había estado en guerra con el Reino Unido, y técnicamente, por el artículo 5to de la OTAN, también en guerra con la OTAN.
En 2004, la iniciativa de mandar al demonio a los oferentes externos, a sus abogados y a sus lobbistas, y desarrollar una tecnología propia no le cayó bien a mucha gente. Y en las cancillerías, ni hablar.
Argentina tardó casi dos décadas en volverse uno entre la veintena de países que disponen de diseño y producción propios en radares. Y de todos los tipos.
El presidente Alberto Fernández en marzo pasado firmó contrato con INVAP por una nueva serie de radares militares, los RPA-200.
En la Fuerza Aérea Argentina el uso de los radares de INVAP se impuso porque a) Kirchner dejó en claro que no habría otros, y eso se mantuvo hasta 2018, b) los primeros INKAN 2D de aeropuerto costaban la mitad que todo lo que se había ofrecido en las licitaciones anteriores, c) eran de bajo mantenimiento, se podían dejar operando solos en sitios deshabitados de las largas rutas aéreas argentinas, y d) el «service» era casi instantáneo. En 2006 hasta los más escépticos aceptaban que INVAP podía encarar radares militares 3D de diverso tipo, que detectan todos los vuelos, salvo que estén muy bien defendidos por contramedidas.
Nada de eso habría sido posible sin la colaboración muy activa de la gente más «pro-tecnología argentina» de la FAA. El vicecomodoro Claudio Reigert, director de Sistemas de Vigilancia y Control Aeroespacial de la FAA, especialista en radares y guerra electrónica, se encuentra involucrado en el desarrollo de estos sistemas desde 2008 y ha sido uno de los responsables del vínculo entre su institución e INVAP.
Reigert integró el equipo que escribió los requerimientos técnicos operativos (RPO) de los radares a diseñar, y capacitó a la gente de INVAP en las cuestiones atinentes a la guerra electrónica para que ellos pudieran entender lo que se necesitaba y las razones de ello. Esto comprendía aspectos como “por qué la antena debía tener baja firma infrarroja, o por qué debía contar con bajos lóbulos laterales, y cómo se puede atacar a un radar de distintas maneras, desde lo destructivo, hasta lo no destructivo”, recordó el vicecomodoro.
“La experiencia (de trabajo con los radares) fue positiva, muy enriquecedora desde lo técnico y de gran desarrollo profesional, en el sentido de que todo lo que sucedió con INVAP a partir de la proposición de la necesidad de un sensor de tres dimensiones, de largo alcance y militar, fue muy bueno”, manifestó Reigert.
Un elemento en el que se destacó INVAP en su trabajo con la FAA fue su disposición a aprender del cliente, especialmente en materia de contramedidas. Hoy cualquier PyME electrónica puede desarrollar radares Doppler, de los que miden la velocidad de los automóviles en las rutas, e incluso integrar esa información con las de otras fuentes, como cámaras de video.
Pero INVAP no se dedica a las fotomultas. Lo que puso de valor agregado en radarística, dice Reigert, «fue satisfacer las demandas de la FAA en cuanto a la parte de protección electrónica (conocida también como contra-contramedidas del guerra electrónica), y el desarrollo de la consola operativa de defensa aérea que tiene el radar. Estas y otras características son las que transforman un radar primario en uno de uso militar”.
Los radares desarrollados por INVAP incluyen el protocolo de transmisión de información radar Asterix, un estándar internacional que permite que esos sistemas se comuniquen con toda la red de control y vigilancia del espacio aéreo, compartiendo la información que cada sensor capta y, a su vez, recibiendo la información de planes de vuelo que emanan de los centros de información de tránsito aéreo. La fusión de estos datos permite contar con un panorama más claro de quiénes utilizan el espacio aéreo, lo que implica una ventaja operativa imprescindible en la actualidad.
Actualizando logros
“Hoy en día, desde el punto de vista de la tecnología de los radares, la empresa (por INVAP) está en lo más avanzado del estado del arte. Y la experiencia de funcionamiento de los equipos es muy buena”, manifestó Reigert.
Los radares primarios tridimensionales militares de INVAP RPA (por Radar Primario Argentino) son equipos fijos que operan en banda L (entre 1 y 2 GHz) con un alcance instrumentado de 240 millas (444 kilómetros, aproximadamente). La longitud de onda con la que se trabaja determina el tamaño de la antena que se requerirá y ésta, a su vez, el alcance con el que se contará, además de otras características. Banda L normalmente significa antenas bastante grandes.
Dotarlas de movilidad llevó a INVAP a diseñar algunas que, en sus containers o trailers, logran plegarse como un origami sin daños para el cableado, asunto en el que la firma barilochense ya venía «canchera» por haber diseñado el pliegue y despliegue de las placas fotovoltaicas de los satélites de la CONAE, y luego de ARSAT, piezas mucho más frágiles.
Los nuevos RPA de INVAP poseen una ingeniería de base similar, aunque no igual, a la primera serie pero con varias mejoras significativas en lo que hace a prevención de fallas, mantenimiento y operación, generación de la señal y capacidad de adquisición y seguimiento de blancos (ver gráfico).
La historia radarística de INVAP es un «vesre» de la de otros proveedores de sensores militares. Todos ellos terminaron aplicando en el espacio la tecnología que habían desarrollado en tierra. Aquí se empezó por el espacio. Amigos, esto es la Argentina: hacemos goles en tiempo de descuento. Y de vez en cuando, la hinchada se entera y los celebra.
Toda una familia
En lo que respecta a radares militares, INVAP también desarrolló el RPA-170M, una versión móvil con antena más reducida y 170 millas (314 kilómetros) de alcance. El RPA-170M debutó exitosamente en la protección de la cumbre del G20 realizada en Buenos Aires, a fines de 2018.
En simultáneo con los desarrollos propios de radares, INVAP modernizó, a su vez, dos de los cuatro Westinghouse AN/TPS-43 de fabricación estadounidense que la FAA posee desde la década de 1970. Uno de ellos estuvo desplegado en Puerto Argentino durante la guerra de las Malvinas, en 1982, y fue la perdición de algunos barcos de la Task Force, así como la salvación de algunos de nuestros pilotos cuando los Harrier salían a cazarlos.
Las mejoras y actualizaciones introducidas por INVAP en estos radares, que pasaron a denominarse MTPS-43, se concentraron en las contra-contra medidas electrónicas, la digitalización del procesamiento de señales y de la presentación de los datos, la incorporación del protocolo Asterix y la mejora del confort de la cabina de operación interna. Uno de los nuevos pero viejos MTPS-43 ha reemplazado recientemente al viejo nomás TPS-43 que operaba desde Santa Cruz, vigilando parte del espacio aéreo patagónico y del Atlántico sur.
Estaba prevista, asimismo, la modernización de los dos TPS-43 restantes y la adquisición por parte de la FAA de otros dos RPA-170M más, pero restricciones presupuestarias han frenado, por el momento, esos planes. Sí, amigos, esto es la Argentina.
De modo análogo, la intervención de INVAP en los TPS-43, radares móviles que operan en banda S (2 a 4 GHz) y que, por lo tanto, cuentan con una antena más chica, tenía como propósito que la empresa rionegrina aprendiera a manejar bien esta frecuencia para luego desarrollar equipos propios en banda S. Este proyecto, también está suspendido por el momento. Lo dicho. Argentina, nomás.
INVAP ha trabajado también en otras tipologías de radares, con el Ejército Argentino (EA), la Armada Argentina (ARA) y la propia FAA.
Para el EA, modernizó y extendió la vida útil de los viejos radares Doppler de vigilancia terrestre Rasit. Para la ARA, llevó a cabo los ensayos de un radar de apertura sintética (SAR por sus siglas en inglés) aerotransportado. Algo similar está haciendo para la FAA, con otro SAR instalado en el prototipo del IA-53 Pucará Fénix, que viaja en un «pod» aerodinámico bajo un ala: en lugar de dar imágenes de lo que está frente a la nariz del avión, «barre por lateral».
Este pod es de buena definición, ya hizo sus primera pruebas y transforma a un avión nacido para contrainsurgencia en un aparato de patrulla aérea. A bordo, en las pantallas del segundo tripulante (en realidad el más importante), se integran información de radar y óptica, obtenida en banda visible e infrarroja. El «Puca» así provisto es una especie de AWACS (radar aerotransportado de alerta temprana y control) en miniatura.
En los planes futuros está la idea de desarrollar AWACS de tamaño completo, sistema también incluido en las previsiones del SINVICA y que le daría a la Argentina una capacidad de vigilancia aeronáutica rara en América Latina.
El brigadier mayor Xavier Isaac, comandante en jefe de la FAA, cree que además de dotarse de uno o dos AWACS, uno de los mejores negocios de exportación que podría hacer el país es comprar jets de pasajeros, montarles tecnología INVAP de control de grandes espacios aéreos, marítimos y terrestres, y venderlos como AWACS en el mercado mundial.
El único país con un avión de este tipo en el Cono Sur es Chile. El Reino Unido le vendió a la Fuerza Aérea Chilena un feo pero eficiente Nimrod, derivado del viejísimo De Havilland Comet 4, para que los vecinos nos tuvieran vigilados, por asuntos de las islas demasiado famosas. Es como contratar un policía para que te cuide pero además hacerle pagar por el arma: no habla bien del Reino Unido. El próximo AWACS a Chile se lo podríamos ofrecer nosotros. Sería un ejemplo de humor británico.
Más allá de los radares
Los radares militares no operan en solitario. El control y defensa del espacio aéreo requieren de la integración y centralización de la información que estos sensores captan, a la que se suma la que aportan los radares civiles, y todo ello debe combinarse con instrumentos de disuasión y neutralización de potenciales amenazas.
La red argentina de radares secundarios civiles de control del tráfico aéreo está actualmente compuesta por 27 unidades, mientras que la militar cuenta con 13 radares. La FAA posee un centro de comando y control en Merlo, Provincia de Buenos Aires, donde concentra la información de ambas redes, a la que se le suman otros datos, como los planes de vuelo de las aeronaves que operan en el espacio aéreo nacional.
En caso de conflicto armado, los centros de comando y control fijo han demostrado un alto nivel de vulnerabilidad al ataque de un oponente dotado de una significativa capacidad aérea. Asimismo, está la amenaza de accidentes que puedan afectar la operatividad de esos centros. En previsión de ello “cada vez que hay una misión concreta real [como fue la vigilancia del G20], se establece un lugar alternativo (de comando y control), más allá de Merlo, con autoridades y con capacidad de recepción de la información y de decisión. También se realizan ejercicios preparatorios, ya que no hace falta que exista un ataque para que esto se necesite. Ante la eventualidad de una falla técnica o de un problema, no es una opción quedarse sin cobertura de defensa de vigilancia aérea”, explicó Reigert.
En el futuro, la Argentina podría contar con varios C3, o centros de comando y control aeroespacial capaces de relevarse entre sí en una situación de emergencia, al estilo de los cuatro CINDACTA (Centro Integrado de Defensa Aérea y Control de Tráfico Aéreo) que funcionan en Brasil. O, incluso, se pueden desarrollar unidades móviles con ese fin. Con un país de 2,78 millones de km2, el 9no de la Tierra en superficie como la Argentina, hay mucho terreno para vigilar pero también sobra lugar adonde esconder C3 móviles.
Junto con los radares y otros eventuales sensores que relevan lo que está pasando en los cielos, un país debe tener capacidad para detener cualquier amenaza que se presente. La aviación de combate, sea tripulada o robótica, es el modo de proyectar poder cuando la intervención no pasa por eliminar un blanco.
Hoy la mejor defensa del espacio aéreo, marítimo y terrestre de un país lo da un combo de radares y misiles. Son lo más efectivo, con costos de adquisición y operación o de desarrollo propio siempre inferiores a los de del caza interceptor o el bombardero supersónico.
En el área misilística, la Argentina tiene su mayor déficit. Sobre el tema, Reigert destacó: “Siempre se están haciendo esfuerzos para conseguir una defensa aérea integral que incluya no solamente los elementos de detección, sino también los vectores que lleven elementos agresivos y que permitan una defensa aérea puntual. Ahí entran los misiles y la artillería, o los sistemas de defensa antiaérea de tubo. Actualmente se están evaluando en la FAA distintas ofertas que se han tenido”.
Soberanía y exportación
Con la venta de radares a Jampur, INVAP parece comenzar a reeditar el exitoso sendero que ha venido forjando desde hace 40 años en el sector nuclear y que la ha llevado a exportar complejos reactores a países desarrollados, y cobrándolos caros, sin regalar nada. La política de la empresa, a lo largo de decenas de licitaciones, ha sido en general ganar más por calidad de ofertas que por precio.
“Esta venta se enmarca en un modelo de negocios que en INVAP siempre hemos sostenido –dijo Vicente Campenni, gerente general de la empresa–, en el cual no nos preocupamos solo por desarrollar soluciones tecnológicas que sirvan a las necesidades internas del país, sino que, a partir de ellas, se puedan obtener productos exportables que generen trabajo en la Argentina y contribuyan a traer divisas”.
“Se debe conservar a lo largo del tiempo el desarrollo de medios propios para la defensa nacional –enfatizó Reigert, sobre la producción nacional de radares–, con empresas locales, que nos dan soberanía en lo tecnológico”. Eso, en criollo, quiere decir que si Taiwan deja de pronto de fabricar un chip crítico, te quedaste sin radares. No estará de moda entre los economistas clásicos, pero para desarrollar armamento se necesitan cadenas de provisión nacionales, incluso con fabricación artesanal.
Si bien los radares que exportará INVAP son de uso civil, como derivan de desarrollos militares realizados para la FAA, y como se estila en todo el mundo, no incluirán elementos específicos que hacen a la defensa argentina u la de otros países, protegidos por acuerdos de confidencialidad. Lo que pueda haber de uso dual en los radares exportados a Nigeria lo saben Nigeria, INVAP y el intermerdiario emiratí.
¿Era inevitable que exportáramos radares, con tanto trabajo como nos dieron? No. Cada venta habrá que sudarla, pero mejora las perspectivas de la próxima, como aprendió INVAP en reactores. Y como argentinos, en AgendAR alzamos nuestras copas por haber llegado a este punto, como país.
Que vengan ahora a meter de nuevo el genio adentro de la lámpara.
Daniel E. Arias
Mi agradecimiento a Carlos de la Vega de TSS por su excelente artículo, que ha servido de fuente para esta nota, y mi reconocimiento al Vicecomodoro Claudio Reigert por su trabajo sobre INVAP.
Esta nota de La Nacion tiene mucho de la nota que subio Zonca pero me gustaria remarcar esto que no aparece y que ojala se pueda retomar algo que seria muy importante.
"En 2012, la entonces subsecretaria de Investigación Científica y Desarrollo Tecnológico del Ministerio de Defensa (MINDEF), Mirta Iriondo, inició una ronda de consultas entre las Fuerzas Armadas y diferentes instituciones y empresas argentinas, entre las que se encontraba Invap, para el inicio de un programa nacional de desarrollo de misiles. La ARA demostró un especial interés en la iniciativa y se organizó una jornada de trabajo de varios días en la Base de Puerto Belgrano. Sin embargo, la renuncia de Iriondo a su cargo frustró el avance de una idea que bien podría retomarse en el presente.
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@w-antilles Quizás exagera con el objetivo de darle un poco de color a la divulgación de temas que son muy duros de entrarle para la mayoría de la ciudadanía y realmente son muy importantes de que la gente se interese e involucre en cuestiones del desarrollo de la defensa, la ciencia, la tecnología y la industria para la defensa.
Seguramente los foristas especializados logren hacer dichas observaciones, para el resto será el anzuelo que los llevará a investigar la historia de los hechos que relata.
Por mi parte valoro mucho el laburo que realiza Arias, lo normal es que los medios no traten estos temas sea por que no garpa o directamente porque no le es conveniente a los intereses de los dueños de los medios.