Malvinas: relatos del conflicto
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MALVINAS – HISTORIAS DE NUESTROS HOMBRES
El soldado que curó, hizo rezar y protegió a sus compañeros en Malvinas
Carlos Mosto tenía 23 años cuando murió en Malvinas. Había ido como voluntario cuando se ofreció para reemplazar a un camarada que estaba aterrado.
El viernes 11 de junio, a eso de las quince y treinta, dos aviones Harrier se acercaron en vuelo rasante desde el sur, pasando por sobre las posiciones del Batallón de Infantería de Marina 5 y lanzaron sendas bombas sobre el cuartel de Moody Brook. Con el alma oprimida vi salir la ambulancia del hospital hacia el ex-cuartel de Royal Marines. Fue la ocasión en que murieron tres soldados, entre ellos Carlos Mosto.
Con mi camarógrafo Lamela habíamos filmado a ese conscripto en la misa del 25 de abril y asimismo en el acto del 25 de mayo. Y ahora habíamos grabado asimismo ….
…..su muerte…
En ese ataque también murieron los conscriptos Rodríguez e Indino. A Mosto, particularmente querido por todos, le decían “el curita”. Era un verdadero santo que cuidaba, curaba, protegía y catequizaba a sus compñaeros, como si fueran sus hermanos menores, ya que él, estudiante de medicina, era de una clase más antigua.
No le tocaba ir a Malvinas, pero se acercó al cuartel cuando sus camaradas estaban por partir, y al ver aterrado a uno de ellos, se ofreció generosamente para reemplazarlo.
El mayor José Rodolfo Baneta, jefe de Mosto, se enojó con Dios por la muerte de sus soldados:
«¿Por qué si estaba con ellos en la misma posición a mí me dejó vivo?»
Su jefe, el Mayor José Rodolfo Baneta, sale del cuartel malherido y conmocionado por las explosiones. Está cubierto de escombros y blanco como la cal. Acto seguido le informan que tres de sus hombres perecieron.
¡A él, que había prometido a sus subalternos llevarlos a todos de vuelta con vida!
En ese momento Baneta ve al capellán José Fernández yendo camino a las posiciones del Regimiento 7, y le grita:
“Cura, tu Dios es un !#%&”.
El sacerdote se acerca a Baneta y le inquiere:
“Mi mayor, ¿por qué me dice eso?”.
El oficial está fuera de sí: “Se lo digo, porque estaba con ellos en la misma posición y a mí me deja vivo. Y a ellos, que eran unos ángeles, se los lleva.!!!!
¿Por qué no me llevó a mí y los dejó a ellos?”.
Y el cura le responde:
“Es muy sencillo; se los llevó a ellos, porque eran unos ángeles, y lo deja a usted, que es el verdadero !#%&, para que siga sufriendo”.
Y continua caminando impertérrito hacia la otra posición. Baneta se queda sin habla.
Tiempo después, me confiaba: “Ese curita, pero curita con mayúsculas, tenía razón!
¿Quién era yo para juzgar al Tata Dios? Con sus dichos, me puso en situación nuevamente”.
Uno de esos ángeles, Carlos Mosto, merece capítulo aparte. Tenía los ojos verdes y el pelo muy rubio. Flaco y alto, con sus veintitrés años acababa de terminar el servicio militar, que había hecho con prórroga por estudios. Cursaba medicina en la Universidad Nacional de La Plata y marchó a la guerra sin que nadie lo obligara.
El cuartel de Moody Brook, era permanentemente bombardeado por ser el puesto comando del general Jofre… pero el “Caballo” Jofre vivía a salvo en el pueblo, en vez de estar con sus hombres. Y entre todos los estoicos conscriptos del estoico mayor Baneta, destinados allí, este muchacho de Gualeguaychú se destacaba por su prestancia, simpatía y abnegación. Siempre trataba de ayudar a otros soldados, aunque no fueran de su unidad: se empeñaba en levantarles el ánimo, hacerles curaciones, pasarles café, alimentos; muchas veces sin siquiera conocerlos y sin obligación alguna, tan solo para hacerlos sentir mejor.
También se destacaba por su religiosidad. Bastaba que el padre Fernández pasara por las inmediaciones del cuartel, para que Mosto y su grupo lo instaran a rezar allí un rosario. “Me daban fuerza ellos a mí, más que yo a ellos”, me confiaba el capellán.
Siempre de buen talante, Mosto, empero, sabía que estaba signado, que iba a morir. Después de la guerra quise conocer a su madre, cuya entereza me sorprendió y conmovió. No había en ella resentimiento alguno. Le pregunté si tuvo sentido la muerte de Carlitos, y me respondió sin hesitar:
–Por la Patria y por Cristo bien valía la pena morir. Yo respeto su decisión, él fue como voluntario y murió por su ideal. Todos tenemos que creer eso: que las Malvinas son nuestras. Y estando nuestros caídos allá, con más razón.
Elsa de Mosto me mostró las cartas que le escribía su hijo desde el frente, y me señaló: “En todas ellas yo podía leer, entre líneas, que él se estaba despidiendo, que nos estaba preparando para su muerte y nos dejaba su testamento”.
Carlitos escribía:
“Vieja, no reces por mí, porque yo estoy con Dios; rezá por las madres y las novias inglesas, que nunca van a ver llegar a sus hijos y sus novios… Yo, cuando llegué acá, me puse en las manos de Dios y que se hiciera en mi la voluntad de Él, no la mía. Lo único que yo le pedí fue que le enseñara a mis viejos a vivir sin mí… Estoy muy orgulloso de estar acá, estoy orgulloso de mi jefe, el Mayor Baneta, orgulloso de ser de los primeros en ver un 25 de mayo flamear mi bandera en las islas; nunca la había visto tan linda, como la veía ahora… Mami, estoy de guardia, escribiéndote desde un manantial de una belleza incomparable y pienso:
¿por qué no podemos vivir en amor?… Mirá, tengo un francotirador, que cada vez que salgo, me tira. No le he visto la cara y no se la quiero ver. Porque no quiero odiar a nadie. Los hombres no saben vivir sin odiar, no saben vivir en el amor. Pedile a Dios que los ilumine…
Viejo, no rezongues por la plata, seguí ayudando a Cáritas, que es lo único que te va a dejar algo valioso… Ayer recibí el Evangelio que les había pedido, ahora soy feliz porque estoy completo. Tengo la Palabra y se las leo a mis camaradas… Doy gracias a Dios de ser como soy y poder levantar a mis compañeros… Recen para que esto se termine, porque yo veo las cosas mal”.
El 7 de junio habló por teléfono a casa. Sus últimas palabras fueron: “Mami, estén siempre unidos y recen mucho”. El 11 cayó en combate.
Carlitos despreciaba el peligro, no escondía la cabeza. Una vez más, haciendo caso omiso de la alerta roja y de las órdenes de Baneta, había ido a llevar café caliente a un pozo de zorro. Y fue en ese momento que lo sorprendieron los Harrier.
El testamento del soldado Carlos Mosto trasciende a su familia; apunta en realidad a todos los argentinos de hombría de bien. Sus cartas impresionan, además, por su similitud con la del Teniente Estévez: los dos hablan de la alegría de morir por la Patria, de la entrega de sus vidas a Dios, de vivir en el amor; los dos vuelven sus corazones a la familia pidiendo por su unidad, orgullosos “de ser como soy” y agradecidos de ser soldados, porque les ha permitido la experiencia única de ver flamear la bandera de la patria en Malvinas.
Las últimas palabras de Carlos Mosto fueron: “Mami, estén siempre unidos y recen mucho”
Saludo 1
Fuente:
https://masfm935.com.ar/la-muerte-del-santito-de-las.../
FOTO; Carlos Mosto (izquierda) junto a sus camaradas durante la guerra de 1982 (Foto Nicolás Kasanzew)
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@osky1963 Relato muy conmovedor
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MALVINAS - EL GAUCHO TAMBIÉN VUELVE
Este es el relato de otra de las misiones de apoyo a la B. A.M "Cóndor".
Relata: Teniente Argañaraz -Piloto de PucaráEl 27 de mayo crucé a Malvinas con una sección. Como no teníamos equipamiento adecuado de navegación, hicimos el cruce formándole a un avión Mitsubishi piloteado por civiles, que contaba con un navegador tipo. La mitad de la navegación la hicimos a nivel 100, o sea a 3000 metros y en las 200 millas restantes descendimos, navegando a cinco metros del agua. Pocos minutos antes de visualizar las primeras estribaciones de las Islas, el piloto del Mitsubishi dijo por radio:
—"¿A cinco minutos están las primeras Islas!" —
Hizo un viraje de 180 grados y regresó; quedamos solos en vuelo bajo sobre el mar. Ahora debíamos llegar a Puerto Argentino; eran las 16:30horas y a las 17:00 horas, aproximadamente, oscurecía en Malvinas. No teníamos ayuda radioeléctrica ni puntos de referencia y la visibilidad era escasa. Volando a una baja altura, manteniendo rumbos y tiempos, nos dirigimos a Puerto Argentino. Sobresalían del agua peñascos aislados y, debido a la poca visibilidad, parecían buques. Cumplido el tiempo de navegación planificado, pasé lateral al faro del Puerto Argentino y al no ver la pista me sentí desamparado, ya que oscurecía, la neblina era muy densa y había perdido contacto visual con la costa. Me elevé 200 metros y me comuniqué con el radar; estaba ansioso y preocupado. Pregunté:
-Verde... aquí Caucho... ¿Me tiene en pantalla?
Con gran alivio, a pesar de la cargada, escuché:
—"Gaucho, ¿por qué no dice directamente que soy el radar?"
Más tranquilo, contesté:
—"¿Creo que estoy perdido pues por mi tiempo de vuelo tendría que estar sobre la pista y sin embargo estoy sobre agua no tengo tierra a la vista?" —
"No se haga problemas" —dijo el radarista— ponga rumbo 240"
**y me fue guiando hasta el aterrizaje. Me impresionó ver la pista semidestruida y a sus costados varios aviones muy averiados, separados entre sí por unos cincuenta metros. Luego del aterrizaje comprobé que lo que había visto eran cráteres simulados por el Grupo 1 de construcciones. Esa noche la pasé en el aeropuerto, soportando desde las 23:00 horas a las 02:00 horas un intenso cañoneo naval. Al día siguiente, a las 06:00 horas, mientras descansaba en la carpa de Sanidad, se me informó que el jefe de Base, comunicándose por H.T.2 requería la presencia de los "pajaritos". Nos reunimos en el Puesto Comando: cumplía tales funciones un pozo techado con planchas de aluminio de la pista y cubierto de tierra. Allí por primera vez, escuché los pedidos de ayuda enviados por la Base "Cóndor" (Puerto Darwin). Se encontraban rodeados y solicitaban auxilio de cualquier tipo. Organizamos enseguida una escuadrilla que saldría a hacer apoyo de fuego directo. El jefe era el Capitán Vila (Nahuel), el número dos Teniente Cimbaro (Chino) y el tres, yo (Gaucho).
Todos estábamos ansiosos por salir a brindar apoyo, luego de haber escuchado esos pedidos de auxilio llenos de impotencia. Pusimos en marcha, carreteamos y despegamos rápidamente ya que teníamos "alarma roja", había Harriers sobre el aeropuerto y probable peligro de bombardeo. Volé formando en la escuadrilla a unos 200 metros del otro avión. Sentía una gran incertidumbre; por primera vez volaba en la zona. Las nubes a 100 metros del suelo lo cubrían todo y si perdía al guía no podría regresar sin ayuda radioeléctrica.
En vuelo nos comunicamos con "Cóndor" (Vicecomodoro Pedrozo), y supimos que la situación había empeorado; acorralados por el enemigo, habían abandonado Darwin, refugiándose en Pradera del Ganso. Desde allí nos informaban adónde debíamos atacar. El blanco se encontraba atrás de una humareda, pasando una loma. A partir de ese momento todo llegó muy rápido. Vi al guía pasar la loma y descargar todos sus cohetes produciendo una gran explosión. Luego el numeral dos hizo el mismo procedimiento y salió con un viraje muy cerrado a la izquierda. Al cruzar yo la loma, se me presentó en la mira una casa y un grupo de hombres que convergían a ella desde varias direcciones. Desde allí vi salir una pequeña llamarada que ascendía velozmente hacia el avión No 2, y le grité por radio:
—"¡Dos, le tiraron un misil, cierre viraje!"— y en segundos, la explosión a escasos metros de la panza.
El "Chino" Címbaro los había eludido. Disparé todos mis cohetes sobre la casa que tenía en la mira. En ese instante todo se tornó rojo delante mío;
**un fogonazo me hizo cerrar los ojos y sentí la frenada brusca del avión. Tenía gusto a sangre en la boca como si me hubieran golpeado en la nariz. El avión se invirtió y quedé cabeza abajo. Entonces comprendí que de la casa habían lanzado un misil destinado a mi máquina y éste había impactado contra los cohetes que yo descargué;
**En ese momento, consciente de lo ocurrido, informé a mi guía que me eyectaba, pero me di cuenta de que estaba invertido y a escasos metros del suelo, lo que equivalía a una muerte segura. Probé enderezar el avión para la eyección y al comprobar que los comandos respondían normalmente, puse rumbo hacia donde se había ido el resto de la escuadrilla. Sentí una gran alegría cuando, a los tres minutos de vuelo, los divisé, pero ellos no me habían visto e informaban que volvían con dos. Podía escucharlos, pero no comunicarme.
El radar les decía que tenía tres aviones en la pantalla de observación. Por fin logré salir al aire.
—"¡Claro que son tres!; ¡el "Gaucho" también vuelve!".
Por el Comodoro (R) VGM Pablo Marcos Rafael Carballo
Compendio de “Dios y los Halcones” y “Halcones sobre Malvinas”, del mismo autor
Foto; https://www.3040100.com.ar
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CANBERRAS
Viejo ---¡Guarda la velocidad, que nos desarmamos!
Pensé que nos habían dado, pero anda todo bien.
¿Pájaro? —lo llamé porque debía consultarlo ya que era el jefe de esa unidad de combate, la escuadrilla” Rifle”.
¿Qué hacemos? — "Volvemos individual". (Cada uno por su cuenta).
"Ojo que nos andan buscando".
"Eyectamos bombas de planos". Realmente no tenía sentido seguir hacia el objetivo, detectados por los radares de la flota, con dos Harrier arriba y 300 Kmts. que aún nos separaban de la isla.
Con gran congoja, por ser nuestro elemento ofensivo, lanzamos las bombas exteriores para poder acelerar aún más. Mis ojos escudriñaban cada nube y cada chubasco y giraban de un lado a otro como el haz del radar. Sentía como la velocidad aumentaba y aparecían fuertes vibraciones en los comandos.
Lógicamente el resto de atención que me quedaba estaba afectado a no embestir la cresta de las olas. Pero Segat que no veía tanto hacia afuera, colaboraba con los instrumentos.
¡Viejo!
¡Guarda la velocidad, que nos desarmamos!
Teníamos más de 950 km. por hora siendo la máxima, por límites estructurales 850 kmts. por hora. Reduje aceleradores y me pegué más a la superficie del agua. A continuación de algunas maniobras colocamos rumbo general 330° a Trelew, mientras sacábamos cálculos de consumo, por no saber si llegábamos con el alto gasto que ocasionaban la poca altura y velocidad de nuestro vuelo.
Che, parece que nos perdió……
¿Cómo le irá al "Pájaro"? — Pájaro - Cobra - (mi indicativo normal)
¿Cómo andas?
“¡Bien loco! No me enganchó” — ¡A mí tampoco Pichón!
En la penumbra del avanzado atardecer, me pareció ver buques con reflectores grisáceos.
¡Estábamos rodeados por la flota! Se me apretó el corazón.
¡Estamos rodeados, veo fragatas por todos lados, no tengo por donde pasar!
Aunque no había forma de distinguirlos estaban demasiado cerca del continente por lo que dedujimos eran de la Armada Argentina. Dada la forma de nuestra aparición eso no era ninguna garantía de supervivencia si no alcanzábamos a avisarles, pues con toda seguridad en sus pantallas veían acercarse a un agresor.
¡Jorge, ¡urgente!, con la clave, llama en la frecuencia de los "Navis", que son nuestros. Yo por las dudas miro afuera para tratar de esquivar si nos tiran algo.
Todo ocurría tan vertiginosamente que los sentidos parecían lentos y torpes.
¡“Lobo – Matienzo”! (Llamada en clave).
Prontamente arreciaron las llamadas de distintos buques pidiendo autenticación. (Confirmación por medio de códigos especiales). Lo que quería decir que estaban a punto de tirarnos con todo. Con un poco de alivio hicimos enlace con la fragata "Ponderosa" o "Maravilla", no recuerdo bien, que nos recibió el informe adelantado y pedido de auxilio:
Escuadrilla Rifle, tres Canberras, fuimos interceptados por aviones Harrier a 150 millas náuticas por el radial 330 de Malvinas. Un Canberra derribado por misil aire-aire.
Dos tripulantes eyectados.
Recibido, enviamos el informe y para el rescate informamos al Aviso "Alférez Sobral" (Que fuera atacado).
Regresamos de noche junto con el "Palito" Nogueira, que por avería o falla de sus equipos de navegación, sumada a la falta de su puntera izquierda, venía casi sin combustible al aterrizaje.
Toda la gente, Oficiales, Suboficiales y Civiles nos esperaba al bajar. Nos abrazaron y sufrieron silenciosamente por la caída de nuestros camaradas el 1er.Teniente "Coquena" Mario González y el Teniente "Pituso" De Ibáñez. De ahí me fui a la capilla de la Base. Entré, estaba a oscuras.
Recé por los camaradas caídos………
Y a medida que me acostumbraba a la penumbra me encontré con muchas siluetas que me acompañaban.
Estábamos todos allí……
Del libro del:
Comodoro (R) VGM Pablo Marcos Rafael Carballo
Compendio de “Dios y los Halcones” y “Halcones sobre Malvinas”, del mismo autor
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UN NOMBRE que derribo un mito
y un reconocimiento que tardo 40 años-
Ingeniero de Sagem Christian Larrieu
Este ingeniero participó en la integración del cazabombardero Super Étendard y el misil Exocet en el otoño de 1982
Corría el 22 de septiembre de 2022
En los hangares de la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque en la Base Aeronaval Comandante Espora de la Armada Argentina se realizó una reunión (si una reunión, no una ceremonia) ya que podría incomodar a quien sabe quién (una reunión más que tardía, ansiada por muchos de los ideólogos de la misma).
Fue allí, en ese “hangar verde”, que en el otoño de 1982 los ingenieros del equipo Dassault fueron decisivos para la integración del misil AM-39 Exocet de Aérospatiale con el cazabombardero Dassault-Breguet Super Étendard.
En esta ocasión se reconoció con un diploma a todo el personal de la EA32 que participó en la guerra de Malvinas, pero hubo un invitado de honor, el Ingeniero de Sagem Christian Larrieu, especialista en electrónica y hace más de 40 años encargado de la puesta a punto de la central inercial Uliss 80 del Super Étendard, el sistema de navegación y de ataque que efectúa los cálculos y elabora las señales necesarias para el bombardeo, los ataques aire-tierra y aire-mar como también el uso de cañones, misiles y cohetes. El sistema está constituido por una unidad de navegación y ataque (UNA 80), un puesto de comando y de navegación (PCN 80), y una unidad de intercambio y control (UEC).
Fue así como, en ese trabajo mancomunado entre el equipo Dassault y el personal de la EA32 al mando del Comandante Colombo, especialmente hay que mencionar a los Tenientes de Fragata Machetanz y Rodriguez Mariani, por entonces pilotos armeros de la Escuadrilla que habían realizado un curso en Aérospatiale, se logró la validación del Exocet en la primera quincena de abril de 1982. Para el 11 de abril se logró poner cuatro aviones "listos para volar", validando el misil AM-39 Exocet. No así el quinto avión, ya que se canibalizaron muchos equipos para salvar los problemas en los otros cuatro aviones.
Días después, con el conflicto escalando, los cazabombarderos Super Étendard fueron desplegados a la Base Aeronaval Río Grande.
Y llegaría el 4 de mayo de 1982, el bautismo de fuego de la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque, cuando en una misión a cargo del capitán de corbeta Augusto Bedacarratz y del Teniente de Fragata Armando Mayora, con los aviones 3-A-202 y 3-A-203 de la EA32, sentencian de muerte al destructor tipo 42 Sheffield de la Marina británica, que se hundiría días más tarde.
Este reconocimiento tiene además un valor histórico, hecha por tierra VERSIONES INFUNDADAS sobre la operatividad, puesta a punto y validación lograda en la dupla Exocet-Super Étendard en los hangares de BACE, una de esas versiones, que circularon por muchos años y por distintos medios, es aquella que afirmaba que un piloto de Aerolíneas Argentinas desde Paris había traído a la Argentina los códigos del misil, UN HECHO QUE NUNCA SUCEDIO.
Por el: Lic. Hernán Favier 15 de marzo de 2023
La Promocion XXIII FAA ESFAE, fue parte de este reconocimiento, en dicha ocasión fue publicada con el título:
UNA IDEA BRILLANTE-
Cronología:
Reunión de la dotación de la EA32 (1982), -Fecha: 22 de septiembre
-Lugar: Hangar 6 (EA32) BASE AERONAVAL COMANDANTE ESPORA
-Motivo: Entrega de diplomas testimoniales por los jefes a la dotación de la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque, al personal presente.
Palabras más, palabras menos……
…nunca los olvidamos y si no fuera por ustedes muchos de nuestros (pilotos), hoy no estarían entre nosotros, el soldado, sea VGM o Continental, Militar o Civil, es un camarada, un hermano un amigo, un compañero, y en ese punto, eso no se discute, uno no deja ser más o menos soldado porque en el reparto de roles en esa guerra le toco tal o cual lugar, ambos lloraron a sus amigos caídos que no volvieron, ambos se quedaban mirando el horizonte, esperando el regreso del camarada que nunca mas volveria.
El silencio al final de pista, aun hoy se puede escuchar....
Por los que fueron y no volvieron….
Por los que regresaron….
Y por los que ya partieron…
El soldado muere, cuando se lo olvida, nosotros no los olvidamos.
Un honor haber colaborado y haber sido parte de este evento.
VIVA TODOS NUESTROS HOMBRES
LAS MALVINAS SON ARGENTINAS
Saludo 1, a todos.
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MALVINAS – LA SECCION OLVIDADA
Nombres, historias y relatos que navegan por la red:
La heroica historia de la "Sección Olvidada" en Malvinas, donde ofrendó su vida el uruguayense Oscar Labalta-
Durante la guerra de 1982, una parte de la Compañía Comando y Servicios de la III Brigada quedó sin un destino en las islas.
Ellos lucharon en el Monte Harriet, pero como no figuraban en ningún registro de una unidad de combate, recién serían reconocidos hace pocos años cuando ellos mismos comenzaron a identificarse como integrantes de “la sección olvidada”. Esa unidad tuvo tres bajas, una de ellas fue la del uruguayense Oscar Labalta.
Pablo Oliva era un Teniente de 26 años, casado, dos hijos, su esposa embarazada de mellizos, aunque aún la pareja lo ignoraba. Era ingeniero militar y hasta el momento de la guerra se desempeñaba como instructor en la Escuela de Suboficiales Sargento Cabral. Cuando estalló la guerra pasó a integrar la Compañía Comando y Servicios de la III Brigada, cuyo Estado Mayor se estableció en Puerto Argentino.
Oliva explicó que “entonces empezó a sobrar gente; nuestra compañía estaba conformada por mecánicos motoristas, de explosivos; conductores, enfermeros, personal de comunicaciones y de intendencia, entre otros. Sólo uno era de infantería. De pronto éramos entre 45 y 50 hombres, que estábamos en la capital de las islas, que integrábamos un remanente sin destino”.
La III Brigada estaba conformada por los regimientos de Infantería 4, 5 y 12, por el Grupo de Artillería 3, la Compañía de Ingenieros 3 y la Compañía de Comunicaciones 3. Y tenía su Compañía de Comando y Servicios.
Este “remanente sin destino” fue agregado al Regimiento de Infantería 4, al mando del Teniente Coronel Diego Soria. Oliva, que en un primer momento iba a ser asignado como oficial de comunicaciones del General Omar Parada, de pronto se vio al mando de la compañía, ya que su jefe debió ser trasladado al continente por un caso de pie de trinchera.
Como Soria ya tenía distribuida sus fuerzas, este grupo fue enviado a la ladera sur del Monte Harriet. Armaron los pozos de zorro en la media pendiente, debajo de la posición de los morteros pesados del Regimiento 4. Más arriba, en ese monte particularmente alargado de este a oeste, se ubicó Soria y el grueso de la unidad.
Oliva dividió a la sección en tres grupos, cada uno de ellos conformado entre 12 y 14 hombres.
Recibían el racionamiento del Regimiento 4 y hasta el 10 de mayo cocinó el Sargento Corradini, luego lo hicieron los propios soldados.
El ataque inglés
La noche del 11 de junio los ingleses iniciaron el ataque al Monte Harriet. Lo hicieron con el Comando 42 de los Royal Marines, con un batallón de la Guardia Galesa y con el apoyo de artillería del buque Yarmouth. Tenían planeado un ataque sorpresa, que se frustró cuando un británico -el marine Mark Curtis de solo 17 años- pisó una mina anti personal.
Los integrantes de la sección de Oliva fueron los primeros en entrar en combate con los británicos. “Yo estaba en el medio de mis 45 hombres, en una posición más cercana a Puerto Argentino. Ellos lograron abrir una brecha en el medio y continuaron subiendo, ya que su objetivo era el de tomar la cima del monte”.
Según los testimonios de los atacantes, encontraron una fuerte resistencia de los defensores, que disparaban sus ametralladoras calibre 50 con mucha precisión, lo que los hizo frenar el ataque durante dos horas. Los británicos debieron usar proyectiles antitanques para doblegar la resistencia argentina.
Fue en ese combate donde fue herido el Cabo Héctor Pereyra, también integrante de esta “sección de rejuntados”, como él mismo lo definió.
Oliva alcanzó a replegarse con seis soldados y dos suboficiales.
Mientras tanto, el combate también se desarrollaba en la ladera norte. Allí, entre el 8 y el 9 de junio, el entonces Subteniente en comisión Lautaro Jiménez Corbalán –que el 10 de junio cumplió 20 años en medio del combate- junto a diez soldados de la misma sección había rechazado un ataque inglés.
Pero la arremetida final enemiga, que había comenzado el 11 de junio a las diez y media de la noche, hizo que a las 7 de la mañana cayeran parte de las defensas y las de Corbalán serían las últimas en ser sometidas.
A las 9 de la mañana el Monte Harriet estaba en manos inglesas.
Jiménez Corbalán intentó llegar al Monte William, donde se seguía combatiendo, junto a los soldados Alberto Flores y Carlos Salvatierra. A sabiendas que estaba cruzando un campo minado argentino, un explosivo lo hizo volar por el aire, quedó herido del lado izquierdo de su cuerpo y temporariamente sordo. Terminó siendo evacuado a Puerto Argentino.
La sección olvidada tuvo tres caídos: el Sargento Infante Héctor Montellano y el Cabo de intendencia, el entrerriano Oscar Labalta, que murieron cuando un proyectil inglés estalló en el ataque del 8 al 9 de junio dentro del pozo de zorro donde se encontraban; y el Soldado clase 62 Juan Raúl Serradori, oriundo de Curuzú Cuatiá, quien falleció el 11. Además, los 14 hombres de grupo donde estaba el Cabo enfermero Pereyra terminaron todos heridos.
La libreta de Corbalán
Cuando Jiménez Corbalán fue trasladado al Canberra, le quitaron cuatro rollos de fotografías que había tomado con su Kodak Instamatic. También quisieron quedarse con una libreta en la que, día a día, iba anotando sus impresiones. En la tapa había escrito en español y en inglés “favor de entregar esta libreta a la familia Jiménez Corbalán…”.
En un inglés básico aprendido en el Colegio Militar, Corbalán argumentó que estaba amparado por las leyes de la Convención de Ginebra. No hubo caso. Cuando el inglés cargó su fusil para hacerse de la libreta como sea, apareció un sargento mayor. Luego de echarle una rápida hojeada, se la devolvió. “Es lo único que traje de allá; estaba convencido de que era un tesoro que debía trascender”, dijo.
Los olvidados de la posguerra
Los miembros de la sección olvidada del Monte Harriet no se volvieron a ver. Curiosamente, la primera referencia de este grupo de combate fue inglesa, que en libros militares referencian los llaman la “sección Oliva”, tomando el nombre del Teniente que los había comandado.
Manuel Larrosa es un Suboficial Mayor retirado que, orgulloso, aclara que nació en Ibarreta, una localidad del sudeste de Formosa, a donde viaja regularmente a visitar a su familia. En la guerra, contaba con 23 años años.
“Era Cabo de intendencia y estuve en el Monte Harriet, en la ladera la que mira hacia el mar, cerca del camino”.
Él, como el resto de esta sección, sentía que no pertenecían a ninguna unidad. Habían ido como integrantes de la Compañía Comando y Servicios de la III Brigada, pero habían combatido con el Regimiento de Infantería 4, aunque no integraban formalmente esa unidad.
Por el 2001, cuando conoció a Jiménez Corbalán, nació la idea de reunir a los miembros de la sección. La casualidad quiso que, estando en Luján, se cruzase en la calle con Oliva.
“Mi teniente”, alcanzó a escuchar Oliva quien se había retirado como Coronel Mayor y que entonces daba clases en la Escuela Industrial Nº1 de esa ciudad.
Su mayor orgullo es que los veteranos lo sigan llamando “teniente”.
Sabían que la segunda semana de junio en Monte Caseros, se reunían los veteranos de guerra del Regimiento 4. Y en el 2012 se aparecieron con una bandera con la leyenda “La sección olvidada”.
Las primeras reuniones sirvieron para conocerse, para mirarse a la cara y contarse lo que habían vivido allá.
Luego, comenzaron a participar de las conmemoraciones, y hasta de los desfiles. Se acercaban veteranos de diversos puntos del país. La voz se corría y el grupo fue creciendo.
En la plaza de armas del regimiento, en Monte Caseros, delante del monumento conmemorativo a Malvinas se encuentran cruces blancas con los nombres de los caídos de esa unidad. Se agregaron tres cruces, que recuerdan a Lavalza, Montellanos y Serradori. Si habían combatido con ellos.
Monte Harriet años después
Larrosa, Oliva, Jiménez Corbalán, junto al Coronel médico Rubén Cucchiara, el Mayor retirado Miguel Mosquera y el entonces Soldado Alberto Flores, viajaron a las islas y, por supuesto, recorrieron milímetro a milímetro Monte Harriet. Cada uno identificó su posición y hasta Larrosa encontró su viejo mate, partido a la mitad, que se lo trajo junto con pequeños trozos de sus guantes, del poncho de plástico y de la manta que usó en la guerra.
Lautaro Jiménez Corbalán, que es autor del libro Malvinas. En primera línea. Vivencias y anécdotas de integrantes del Regimiento de Infantería 4, está hoy preparando la historia de la sección olvidada del Monte Harriet.
“Hicimos lo que pudimos”, remarcó Larrosa. “Pero después de la guerra, hicimos mucho”. Ayudó a sacar de las sombras a una sección que nunca más será olvidada.
Una misión por demás cumplida.
Relatos que debemos conocer de nuestros soldados.
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Owen Crippa - Aermacchi MB-339
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Alguien me dice si este video tiene algún tipo de veracidad.
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@pepinillo y es todo un halo de misterio... Aunque el mito dice que los soviéticos ayudaban a través de Perú.
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Se tiene documentación sobre el accionar y desempeño de francotiradores argentinos en el conflicto?